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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

www.surda.se

 

 

05-11-2015

 

Argentina: Balance electoral. Dossier

 

SURda

Opinión

Argentina

Final con letra de tango


Carlos Abel Suárez

En política como en la guerra se miente demasiado. Pero lo peor que puede hacer quien tiene una responsabilidad de dirección táctica o estratégica es creer en sus propias mentiras. Esta es la primera lección que tienen que sacar los kirchneristas si pueden algún día salir del plano inclinado.

Los resultados de las elecciones del 25 de octubre no se explican por una sola causa. Que el candidato oficialista, Daniel Scioli, que apostaba a un triunfo en la primera vuelta consiguiera apenas una ventaja del 2,5% con respecto a Mauricio Macri (coalición Cambiemos), tiene la sensación de una derrota. Una lectura, que es más que una sensación la encontramos al examinar el duro revés que sufrió el kirchnerismo puro en la provincia de Buenos Aires, donde el oficialismo protagonizó la peor elección del PJ (partido Justicialista) que se recuerde en ese distrito, tan determinante en cualquier elección nacional.

Los sondeos apoyados en los números de las primarias (PASO), tal como señalamos en una nota de la semana pasada, donde Scioli sumó el 38,41% de los votos coincidían en que no le resultaría difícil llegar a la marca del 40%, que con una diferencia superior al 10% sobre el segundo, lo consagraba presidente electo. Sin embargo, al caer al 36,86% y Macri subir al 34,33% la presidencia se definirá por primera vez en la historia de las elecciones argentinas por el balotaje, previsto para el próximo 22 de noviembre.

Estos resultados dispararon de inmediato una crisis profunda en las filas del oficialismo, donde hay acusaciones cruzadas sobre la paternidad de esta probable derrota, en tanto la apuesta del kirchnerismo había sido salir del domingo pasado con la fórmula-Scioli-Zannini en el podio y Aníbal Fernández como gobernador en la provincia de Buenos Aires, donde no existe la segunda vuelta. “La Presidenta lo eligió y los resultados están a la vista”, afirmó el ministro del Interior Florencio Randazzo, que pretendía encabezar la fórmula del kirchnerismo. No fue el mejor candidato, replican desde los más diversos escalones de la nomenclatura. En el entorno de Cristina y de Scioli contratacan.

Ha comenzado una inédita campaña electoral para el segundo turno, que como la anterior amenaza mostrar la falta de definiciones y asombrosas promesas a la ciudadanía, tan abrumadoras, que para cumplirlas se requeriría contar con un PBI cuatro veces mayor que el actual o la lámpara de Aladino. Los dos contendientes no se apartarán de un libreto, que los hace tan parecidos. Las primeras encuestas dan a Macri como ganador por más de cuatro puntos, pero si nos atenemos a generalizada pifia de los encuestadores en la primera vuelta, ya pocos creen en la excusa del error estadístico.

La práctica de hacer de las encuestas un traje a medida para los gustos de quien las paga, las hace poco creíbles y eficaces como herramienta de la campaña para inducir a los electores. No obstante, la sorpresa esta vez atrapó hasta quienes armaron el mecanismo, que como sabemos siempre tiene un componente aleatorio.

Los inesperados resultados de la provincia de Buenos Aires desorientaron como nunca a las consultoras de opinión y a la mayoría de los estrategas políticos. El triunfo de María Eugenia Vidal, la joven candidata del macrismo, constituye la mayor novedad del 25 de octubre. Muy pocos siquiera la soñaban. Fue ante todo un voto castigo, de composición muy diversa, un corte de boletas de una magnitud con escasos antecedentes, especialmente por tratarse de un sistema tan complicado de papeletas, que tienen hasta ocho cuerpos en algunas circunscripciones. El voto a Vidal fue muy superior a Macri, su jefe político y candidato a presidente. Y también se dio el corte Scioli a presidente acompañado de Vidal y otras extrañas  mezclas.  

Sin embargo hay un denominador común de este resultado. La diferencia de votos a Scioli con los que optaron por la boleta completa, dan una idea del rechazo a la fórmula para la gobernación integrada por actual jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y de Martín Sabbatella.  Rechazo en múltiples sectores y por diferentes motivos. Que Fernández y Sabbatella hayan ganado las primarias como favoritos de Cristina, también forma parte del balance de esa derrota. Fernández proviene del núcleo duro del PJ bonarense, que pasó por cargos de primer fila durante las gestiones de Menem, Duhalde y Kirchner.  Fue intendente de Quilmes y terminó su gestión huyendo del edificio comunal  escondido en el baúl de un auto, para huir de un pedido de captura judicial. Actualmente es presidente del club de fútbol Quilmes y desde la Jefatura de Gabinete Ministros, maneja las principales cajas desde donde se distribuye el dinero a provincias, municipios y los miles de millones que se destinan a publicidad oficial y a los clubes de fútbol. Ocupó cargos en los gabinetes ministeriales de Néstor y Cristina Kirchner, siempre con mando sobre la Policía Federal y la Gendarmería, tiene además  aceitados contactos con jueces amigos y está sospechado de vínculos con los narcos.  Hasta el 25 de octubre era un articulador favorito de las relaciones con los barones del conurbano, ya sea porque le temían ya porque formaba parte del clan.  “Tenemos un sistema de alcahuetería fina”,  confesaba Aníbal Fernández al sociólogo Javier Auyero, como muestra de su experticia política en el conurbano bonarense.//1//  Todo eso fue derrumbado el 25 de octubre. El casco blindado de los barones de conurbano, que han reinado desde 1983 y algunos desde más lejos, fue perforado. Muchos pueden desaparecer de la política, aunque supervivan sus métodos.  Un ejemplo emblemático: Berisso histórica por haber sido sede de la industria frigorífica en su época de esplendor y de alguna manera cuna del peronismo obrero, por primera vez desde 1946 tendrá un intendente que no es afiliado al PJ.

Pero no solamente en Buenos Aires se registraron cambios. En el llamado kirchnerismo feudal, del noroeste, se sintió el impacto.  En uno de esos feudos, la provincia de Jujuy, con 3 décadas de gobiernos peronistas, el oficialismo fue derrotado por una amplia coalición (radicales, macristas, massitas y la centroizquierda) encabezada por el senador radical Gerardo Morales.

No obstante, con el triunfo de Alicia Kirchner, el kirchnerismo logró retener la gobernación de Santa Cruz, donde nació a la vida política, pero al precio de una amañada ley electoral que mediante lemas se puede hacer ganar al menos votado. La publicidad oficial, las cadenas de radiodifusión de la presidenta desde la zona, no fueron suficientes, sin embargo, para que su hijo Máximo derrotara a la oposición en la contienda por diputados nacionales.

El Frente de Izquierda (FIT) ratificó lo que había alcanzado en las PASO, aumentando su representación parlamentaria nacional, provincial y en los municipios. La candidatura de Nicolás del Caño, con casi 800.000 votos (3,27%), confirma al trotskismo argentino como el más robusto entre sus pares de toda América, pero también su liderazgo en la izquierda local. Poniendo el foco en la geografía de las adhesiones recibidas por el FIT, se puede advertir que su presencia es relevante en algunos distritos obreros y populares, ya no es solamente el voto de estudiantes e intelectuales. Queda el interrogante si podrá superar el sectarismo y convertirse  en un movimiento social y político con la estrategia de construir una alternativa concreta.

Tanto el FIT como la centroizquierda han coincidió en llamar al voto en blanco en la segunda vuelta. No se puede esperar otra postura, pese a que hay guiños de ambos candidatos al balotaje. Desde el progresismo kirchnerista convocan a la izquierda a defender el “modelo” votando a Scioli, algo que muchos peronistas no están seguros de que sea el camino para evitar el ajuste o la derecha. Algunos en su confusión piden no volver a los 90, olvidándose que existen los archivos y se puede saber al detalles qué papel jugaron gran parte de los K junto a Menem y Cavallo, ni hablar de Scioli.   Asimismo, se olvidaron de la izquierda o del progresismo cuando en estos últimos años prohijaron el Proyecto X, que espía a militantes políticos y sociales; la Ley Antiterrorista, que criminaliza la protesta social al punto de volver a poner sobre el tapete una remozada Doctrina de la Seguridad Nacional; el pago sin chistar ni pedir quita al Club de París y al CIADI, el acuerdo secreto con Chevrón, el amparo y la promoción de empresas como Monsanto, la megaminería (Barrick Gold, que envenenó las aguas de San Juan); el veto del 82% móvil para los jubilados; pactos ocultos con China; ley de glaciares; aclarar cerca de 5000 casos de muertes y desapariciones de activistas políticos y sociales; aupar al genocida Gral. César Milani a la jefatura del Ejército y entregarle miles de millones de pesos para tareas de inteligencia interna; la corrupción y el nepotismo; entre una lista más larga de la herencia del “modelo”.

De todas maneras, el próximo 22 gane Scioli o Macri se cierra el ciclo del kirchnerismo. Se podrá verificar también si es posible un triunfo del oficialismo en medio de un estancamiento económico, que se arrastra desde hacen cuatro años, y con una inflación superior al 25 por ciento. Hasta ahora la experiencia ha mostrado que no. Le pasó a Angeloz en 1989, le pasó a Duhalde en 1999. Menem aumentó el gasto público en los últimos meses de su gestión para mitigar los efectos de la recesión que había comenzado en 1968, pero no pudo torcer el rumbo y tampoco le importaba demasiado la suerte de Duhalde. Cristina Fernández de Kirchner y su equipo liquidaron las estadísticas oficiales y decretaron que había menos pobres que en Alemania y Suiza, destinando 45 cadenas nacionales para demostrarlo a los argentinos. Parece que muchos no han sido convencidos.

Nota : 1. Auyero, Javier, 2007, La zona gris, Buenos Aires, Siglo XX.

www.sinpermiso.info , 1 de noviembre 2015


¿Por qué “giro a la derecha”?

Rolando Astarita

 

“El país gira electoralmente a la derecha”. Esta caracterización, que tomo del sitio web del Movimiento Al Socialismo, a la vista de los resultados electorales, está muy extendida en la izquierda. Pero… ¿por qué se caracteriza a Macri como la derecha de Scioli? ¿Qué hay distintivamente “de izquierda” en el kirchnerismo y Scioli con respecto a Cambiemos, cuando se considera el programa político global?

Por empezar, y a la luz de las experiencias pasadas, ¿no es necesario tener algo más de prudencia a la hora de caracterizar como “de izquierda” o “derecha” a candidatos, gestiones y programas? Por caso, en 1983 muchos de los que hoy argumentan acaloradamente que votar en blanco es “facilitar el camino de la derecha”, sostenían, con la misma vehemencia, que Luder (sí, el que pedía amnistía para los milicos del Proceso) y Herminio Iglesias encarnaban la “liberación nacional”, contra el candidato Alfonsín. Y en 1989 decían que el voto “contra la derecha” era Menem. Aunque en 1999 era a la Alianza (¿recuerdan las bondades que le atribuían a la “tercera vía”?) contra Menem. Y en 2003 lo “progresista” era Kirchner, que subía apoyado por Duhalde. Aunque en 2011 la derecha era Duhalde, frente a Cristina Kirchner. Con un agregado “de yapa”: el mismo “analista social” que recorrió todo este espinel de caracterizaciones, en 1973 me trataba de convencer de que el voto a Perón era de izquierda (después de que Lastiri y López Rega hubieran desplazado a Cámpora); y que en 1976 había un ala militar “progresista” frente al ala “ultra y fascista” de la dictadura. Pero sin llegar a los extremos de las piruetas mentales de la militancia, o ex militancia, PC, el enfoque está instalado: en cada coyuntura aparecen los más que sutiles análisis de las sutiles diferencias para establecer las improbables “líneas divisorias” entre las también sutiles “izquierda y derecha”.  Y para abrir la puerta a los oportunismos de ocasión.

¿No es hora entonces de poner un poco de orden en estos vaivenes, asentando los análisis en las relaciones sociales subyacentes, y en la caracterización del régimen político? Por supuesto, un análisis materialista dará un “trazo grueso” en el que no habrá espacio para el verso progre-K del tipo “la construcción retórica de una nueva subjetividad por parte del kirchnerismo se pone en juego en el próximo ballotage en la confrontación de los estilos discursivos”. ¿La nueva “subjetividad” es la que se expresó en el voto del domingo pasado? ¿O es que con este palabrerío “de alto vuelo intelectual” se busca disimular la falta de alternativa real de los teóricos de “la construcción discursiva de lo real” frente a los crecientes problemas que enfrenta la economía argentina? Para “bajarlo a tierra” (aunque sea una tarea sin horizonte cuando se trata de algunos ensayistas, evadidos del rigor de las relaciones sociales reales): ¿qué diferencia de fondo hay entre las condiciones a los inversores que propone dar Scioli y las que propone Macri? La respuesta: ninguna diferencia sustancial, como hemos explicado en otras notas.

Sin embargo, lo más importante es que en estas caracterizaciones, tan superficiales como acomodaticias, subyace un error elemental: considerar que un gobierno capitalista pasa a ser “de derecha” cuando la economía enfrenta dificultades y aplica las medidas que, aproximadamente, aplican todos los gobiernos capitalistas en circunstancias parecidas. El caso de Dilma Rousseff es ilustrativo: “progresista” cuando se estaba en la fase ascendente del  ciclo, “derechista” cuando vino la crisis y aplica las recetas “de toda la vida”. ¿Qué dicen ahora los que recomendaban en las últimas elecciones votar a Dilma para “enfrentar el programa de la derecha”? Nada, no dicen palabra. Jamás los vamos a ver hacerse responsables por las irresponsabilidades discursivas a las que nos tienen acostumbrados. Pero es la misma manera de barrer debajo de la alfombra, aquí en Argentina, la historia de los peronistas de izquierda en los últimos 25 años: “derechistas” sosteniendo y participando del gobierno junto a Menem cuando el capital demandaba los “ajustes” (¿o quiénes apoyaron las privatizaciones de YPF, de las cajas de jubilación, del banco de Santa Cruz y similares?); progres “izquierdistas” en la fase de ascenso del ciclo económico y bonanza de los términos de intercambio, para girar al apoyo de un auténtico producto del menemismo en el 2015. Por eso Scioli hoy es la viva corporización de estos vaivenes.

Por supuesto, todo esto se puede disimular agitando el peligro del fascismo, o del golpe de Estado. Pero la realidad es que aquí no está en juego un cambio de régimen político (de democracia burguesa a dictadura militar, o régimen nazi), sino simples variantes al interior del dominio burgués “ad usum” desde 1983. Pero si esto es así, ¿por qué es de “izquierda” pagar hasta el último centavo al Club de París, sin chistar, y es de derecha decir, desde la oposición, que está bien arreglar con el Club de París? ¿Por qué es de izquierda afirmar que en última instancia hay que arreglar con los holdouts (declaración de Kicillof a La Nación), y es de “derecha” prometer que si se llega al gobierno se va a arreglar con los holdouts (declaraciones de Macri, pero también de Scioli)? Más atrás, y para tocar una “conquista histórica” del gobierno K, ¿por qué el pedido de la oposición burguesa de una asignación universal por hijo era una propuesta “de derecha” durante las elecciones de 2009, pero fue una “medida revolucionaria” cuando la instaló el gobierno de Cristina K por decreto? O también, ¿qué tiene “de izquierda” endeudarse con Venezuela al 15% anual en dólares, o colocar deuda hoy al 10%?

Pero incluso desde el punto de vista de los que defienden el estatismo burgués, ¿qué tiene de “izquierdista” haber destrozado el INDEC y por qué es “derechista” criticar la destrucción del INDEC? ¿Por qué es “izquierdista” haber “logrado” que la matrícula en la escuela pública haya descendido en relación a la matrícula en la escuela privada? ¿Qué tiene de “izquierda” haber vaciado YPF con el grupo Eskenazi? ¿Qué tiene de “izquierda” vaciar de reservas al Banco Central? Y así podría seguir.

Vayamos por un momento a la cuestión ambiental, otro punto axial de cualquier política progresista, sin importar aquí el carácter de clase de un gobierno. ¿Qué tiene de “izquierdista” no haber avanzado en la aplicación de la ley de glaciares? ¿Qué tiene de “izquierdista” no cumplir con la ley de bosques, sancionada hace ya 8 años? ¿Por qué es “de derecha” exigir la aplicación de estas leyes elementales de preservación del medio ambiente, y “de izquierda” negarse a hacerlo?

Por otra parte, ¿qué razones hay para decir que los Alperovich, los Berni, los Urtubey, los Beder Herrera, los Curto, los Insfrán, los Granado, son “de izquierda” comparados con los elementos que trae el macrismo + la UCR + Coalición Cívica? ¿Por qué es “de izquierda” estar con Caló o Yasky, y “de derecha” estar con Moyano? ¿Dónde está la diferencia? Más en general, ¿por qué está “a la izquierda” la represión a los qom, o a los manifestantes de Neuquén contra los acuerdos de Chevron, y “a la derecha” la represión de la policía metropolitana en el Borda? ¿Por qué están a la “derecha” las escuchas telefónicas de Macri, y “a la izquierda” el proyecto X y la infiltración de los servicios en las organizaciones sociales y los partidos de izquierda? ¿Qué tiene “de izquierda” defender a Milani? ¿O la ley antiterrorista? ¿Qué tiene de “izquierda” decir que hay que bajar la edad de imputabilidad de los menores, designar ejecutores de políticas de mano dura y seguir amparando las torturas en las cárceles como “solución” a la inseguridad en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo? ¿Qué tiene de “izquierda” el ocultamiento por parte de Aníbal Fernández y de Capitanich de las responsabilidades de la policía del Chaco en la muerte de Ángel Verón?

En definitiva, hay un cambio político, pero no porque la sociedad haya “girado de la izquierda a la derecha”, sino porque, dentro del apoyo a las corrientes y gobiernos burgueses, lo que ha cambiado es la coyuntura económica. Tengamos presente el dato fundamental: desde 1983 a la fecha más del 90% de la población ha votado, sistemáticamente, a partidos y candidatos enemigos del socialismo y defensores del régimen capitalista (incluidos los progresistas “a lo Stolbizer”). Es dentro de estos marcos que se desenvuelven las políticas gubernamentales, que cambian ante los cambios del ciclo económico. De conjunto, en América Latina se asiste a este giro, marcado por la falta de perspectivas del capitalismo estatista, en el contexto de la caída del precio de las materias primas y el crecimiento débil de la economía mundial. La historia de Lula y Dilma es el espejo en el que se puede mirar el progresismo K izquierdista argentino. No hay cambio de régimen (ni se viene el fascismo, como exageran algunos). La clase trabajadora no tiene nada para ganar apoyando a alguno de los dos candidatos principales. Mal que les pese a los apologistas de la “construcción discursiva de la realidad”.

https://rolandoastarita.wordpress.com/2015/10/28/coyuntura-por-que-giro-...

 

ARGENTINA ANTE EL BALOTAJE

Guillermo Almeyra

 

En Argentina se vive un doble naufragio: el de siempre imprecisado proyecto “progresista” del kirchnerismo, con todas sus implicaciones a nivel continental y de la UNASUR y el Mercosur ya golpeadísimos por la crisis brasileña, y el mayor y más grave del país en su conjunto que, al votar en un 90 por ciento por  tres candidatos derechistas, discípulos de Carlos Menem, el funesto Salinas de Gortari argentino, se entregó atado de pies y manos al arbitrio de Estados Unidos y del gran capital.

Lo poco que el país había avanzado con los gobiernos kirchneristas así como el asistencialismo distributivos están en peligro de ser liquidados or cualquiera de los dos candidatos. Las graves tendencias del kirchnerismo favorables a las empresas y a la minería y las finanzas y a buscar una solución policial a los problemas sociales, por el contrario, se multiplicarán.

Daniel Scioli, candidato oficial a regañadientes insultado, repetidamente debilitado y humillado por la presidente Cristina Fernández hasta que, a falta de otro, terminó ungiéndolo, no tiene grandes diferencias con el millonario Mauricio Macri: ambos entraron en política desde ambientes ajenos (la motonáutica, el primero, el fútbol, el segundo), ambos siguieron a Menem y tienen relaciones privilegiadas con las grandes empresas extranjeras y la oligarquía argentinas. De modo diferente y con distintos plazos ambos ofrecen devaluar el peso, una rebaja de los ingresos reales de los trabajadores, más policía con gatillo fácil.

¿Cómo se llegó a esto? Por las mismas razones que ponen en peligro la permanencia de Dilma Rousseff  y del Partido de los Trabajadores en el gobierno de Brasil. O sea, por la impotencia y la falta de voluntad política para cambiar la estructura económica del país, que siguió siendo exportador de materias primas y, en particular, de granos y de soya, y por la corrupción con el objetivo de encontrar fondos para el asistencialismo clientelista, por un lado y, por otro, para comprar aliados derechistas (en Brasil, el PMDB y en Argentina, los gobernadores del OPUS DEI, antiabortistas, agentes de la gran minería extranjera), así como por la ignorancia (que llevó a considerar a la Argentina como un país que podía prescindir de los avatares del mercado mundial hasta que el alza del dólar y la caída de los precios de las exportaciones obligaron a la presidente a dar manotazos de ahogada y a separarse de hecho del Mercosur, de UNASUR y del integracionismo sudamericano).

Junto con la corrupción, la arrogancia y los pésimos resultados económicos, los gravísimos errores políticos de una presidente que no escuchaba a nadie desgastaron  al kirchnerismo.  

El mayor dislate fue creer en sociólogos y filósofos vendedores de humo que sostenían que se habían acabado las clases y que, no existiendo, por lo tanto un movimiento obrero, el sujeto del cambio era “la juventud”. En efecto, mientras el peronismo de Perón se apoyó en los obreros para hacer una política nacionalista burguesa, el kirchnerismo trató de mantener a los trabajadores al margen, pidiéndoles el voto sólo como ciudadanos. De ese modo diluyó la conciencia elemental de clase de los obreros peronistas y pasó a depender únicamente de los funcionarios juveniles de La Cámpora y de la verborrea incesante de la presidente. Incluso dejó de lado a los millonarios corruptos que dicen ser dirigentes obreros y que forman una burocracia procapitalista que controla los sindicatos con el fraude y con matones.

De esa visión central surgió la perspectiva cultural reaccionaria del kirchnerismo. La transformación, en héroe nacional del gran terrateniente  Juan Manuel de Rozas, ultraclerical y partidario de los valores de la Colonia española, el acuerdo con el Papa peronista de derecha, la creación de una Secretaría del Pensamiento Nacional (¡!), la idea de que hacer cultura es difundir gratuitamente solamente cumbias villeras, son la expresión de ese conservadurismo paternalista  y reaccionario que favoreció la difusión de la ideología de la derecha proimperialista y alejó sectores progresistas.

La presidente eligió siempre sus primeros ministros entre ex menemistas. Así fue en el caso de Alberto Fernández, hoy opositor, en el de Sergio Massa, informante de la embajada estadounidense y también opositor, en el de Aníbal Fernández,  tan desprestigiado que más de un millón de votantes de Scioli no lo votaron. La misma elección de ex menemistas la hizo en el plano económico y hasta en el caso de su vicepresidente, el corrupto Amado Boudou.

Argentina es un país de medio proyectos interrumpidos por incapacidad o cobardía: el peronismo fue derrocado en 1955 por el miedo de Perón a depender de los obreros si los armaba en su defensa. El radical Arturo Frondizi fue derribado en los 60 por su temor a ir hasta las últimas consecuencias y el también radical Raúl Alfonsín en los 80n porque se aisló de los obreros y no quiso vencer a la derecha oligárquica. El kirchnerismo es el último de ellos porque quiso gobernar sobre la base de una alianza entre la burguesía nacional, que es debilísima, casi inexistente, y un movimiento obrero al cual desarma políticamente y maniata.

El naufragio del país es inevitable tanto si gana Daniel Scioli como si vence Mauricio Macri, el peronista menemista que se tragó  un bigote postizo imitando a su ídolo Freddy Mercury y tuvo que ser salvado in extremis. No hay otra opción que el voto en blanco aunque es posible que la  mayor parte del 20 por ciento que obtuvo Massa, que es peronista de derecha, vaya a Scioli y no a Macri, al cual votan los gorilas antiperonistas. En cualquier de los casos saldrá elegido un reaccionario con el voto de medio país por falta de otra opción y los que luchan por una alternativa al sistema  -como el FIT, con su 3.75 por ciento- podrán desarrollarse entre los huérfanos del kirchnerismo. 

http://www.jornada.unam.mx/2015/11/01/opinion/015a2pol

 

Dossier tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/argentina-balance-electoral-dossier

 

 

 

 

 
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